Monday, March 20, 2006


The Last Gauchos
Pocas veces uno siente estar en el lugar adecuado y en el momento adecuado. No me pondré quisquilloso con vicios neopositivistas, pero creo que eso se da, por lo menos en mi tranquila existencia, de tres a cinco veces al año. En cuanto a lo musical, una de las últimas veces que recuerdo haber sentido eso fue cuando escuche `cross the breeze de Sonic Youth, hace unos cuantos meses, en una estadía en Mexico tan larga como desesperante. Luego de eso, todo en el terreno artístico permaneció bastante tranquilo, hasta ayer, que volví a sentir esa grandiosa y espúrea sensación.
Podría empezar creando un ambiente estilístico que generara suspenso, pero voy a ir directamente al grano: Malpaso, que banda tan distinta a todo lo demás. Estuve la mitad del toque que se llevó a cabo en la Taberna del sol el pasado sábado 18, tratando de atisbar a clasificarlos de alguna manera, pero mis cajones estaban demasiado apolillados o eran demasiado pequeños para un archivo con tantos clips y tantos documentos y papeles desaparecidos, oxidados, manchados de café y vino de lija. Malpaso es como un dinosaurio desenterrado en un desierto de polvo y escombros, está formado por cientos de fósiles de antiguos músicos, pero es diferente en su suma a todo lo que se haya escuchado antes. Es como desenterrar a un dinosaurio mecánico y completamente vivo, que vomita como a través de una caja circense ectoplasmas de antiguos acordes y polvorientos discos de pasta. Malpaso es una gigantesca estatua hecha del vinilo derretido de músicos que ni siquiera desfilan por radio clarín, quizás perdidos en los cajones olvidados de una menoscabada pensión de ancianos. Ya pesar de eso, no deja de ser moderno e internacional, tan internacional como lo es nuestro río, que a pesar de la argenta naturaleza de su nombre, es enteramente marrón y barroso, como gran parte de lo que exuda este pequeño arsenal de seis músicos, que generalmente aparecen aglutinados en nuestros tan acostumbrados escenarios under. Alguna vez un historiador habría dicho que los uruguayos somos hijos de los barcos, así que quizás el ser internacional es la forma más nacional posible de ser.
Tom Waits y Nick Cave fundidos en un solo y calvo hombre se visten de saco y corbata, la slide guitar colgada del hombro, mientras una guitarra criolla gime notas y acordes y Joaquín da el puntapié inicial a una descarnada lucha de vientos que por momento toman un descanso para aparecer con un acordeón o los teclados. Por momentos suena como Zitarrosa cantando algún tema de Closer, o Curtis cantando algo de guitarra negra, por otros Tom Waits suplantando sus insignes marimbas por los sonidos de un asmático acordeón.
Mi novia y yo somos los menores en el grupo de seguidores de esta banda. Ni siquiera me atrevería a definirme de esta manera, ya que la mayoría de la gente (de treinta y pico para arriba) parece saberse todas las canciones de memoria, incluso hay pequeños atisbos de danza, a solas o en pareja, pero amputados por la enlatada superficie del local.
Hablando de latas, Malpaso es exactamente eso. No pudieron describir mejor su propia atmósfera que a través de su Tony Park, sórdido escenario de su último trabajo discográfico, que en su mitología personal muestra tanta abundancia de razgos estilísticos y de contenido como La Santa María de Onetti. Así como los goteantes y desahuciados paisajes urbanos del gran Juan Carlos, Marco Tortarolo encarna en cada canción distintos Brausens, distintos hombres arrancados de aquel universo tanguero, lleno de putas y milongas, lleno de baldosas sueltas y charcos, fábricas abandonadas y engranajes que como los caballos del carrousel del Tony Park, están dispuestos a infectar, más que a pasear a quien ose cabalgarlos. Malpaso convierte un bolero en algo más que una simple anacrónica baboseada y a un tango en algo más que un sermón de vino, enseña a tocar postpunk con acordeón, a hacer estridente una milonga, rompe el límite que separa a siberia de méxico y canta sobre gauchos en perfecto inglés.
Malpaso suena como debería sonar un balcánico burdel de marineros borrachos en nuestros días, como habría sonado Zitarrosa y Edmundo Rivero de haber nacido en el Manchester de los ochenta. Y sin embargo, es mucho más que eso. La única conclusión que puedo sacar a las tres y media de la mañana, perdido con mi novia en Durazno y Jackson, sin ómnibus ni taxis a mano es que Malpaso toca el género malpaso.

3 comments:

Pez Rabioso said...

dentro de 30 años, vas a poder decir en un documental de TV ciudad "yo estuve ahí". Y dentro de 50, los restos que nos queden, van a estar recordando a Fritz en la plaza Malpaso, en honor a esa olvidada banda que nadie supo apreciar.

Jorge Costigliolo said...

Gracias por los cometarios, que nos emocionan!
Nos vemos en cualquier lado.
abrazo
MALPASO

CUEVA said...

BUENÍSIMA TU RESEÑA. YO ME IRÍA A VIVIR AL CABARUTE ESE DEL QUE HABLÁS!!! QUIÉN MÁS TOCA AHÍ? Y EN LA FIESTA X HAY UN ESCENARIO PARA GÉNERO MALPASO? J J J